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FASCITIS PLANTAR, DOLOR AL PISAR

¿Siente dolor en el talón que le impide caminar, sobre todo por las mañanas o después descansar? Es probable que sufra fascitis plantar o inflamación del tejido de la parte baja del pie, padecimiento que por fortuna puede mejorar con cuidados continuos.
Si pensamos en todo lo que realizamos a lo largo del día o la semana encontraremos enorme variedad de tareas repartidas en hogar, oficina, escuela, calle y centro deportivo o de recreación social, además de que siempre tenemos que recorrer distancias para llegar a tiempo a nuestro destino, lo cual puede ocurrir a bordo de un vehículo o mediante pasillos y escaleras.

Lo cierto es que rara vez consideramos que todas estas actividades son posibles gracias a nuestros pies, que además de ser responsables de sostener nuestro cuerpo tienen la función de suavizar el impacto contra el piso que se genera a cada paso y que podría ser perjudicial para tobillos, rodillas, cadera y columna vertebral. Así como nos olvidamos de ellos también llegamos a pasar por alto las atenciones que merecen nuestras extremidades inferiores para su buen funcionamiento y que, finalmente, se vinculan con nuestra capacidad de movimiento.

En efecto, la inflamación y desgarre de la fascia plantar o tejido muscular que se encuentra en la parte baja del pie es una lesión que puede resultar tan dolorosa y molesta que genera incapacidad para caminar con normalidad. Es frecuente en quienes realizan movimientos bruscos, pero también se presenta en personas de la tercera edad debido a falta de acondicionamiento físico y debilitamiento por la edad.

Los ortopedistas, reumatólogos y podólogos consideran que la fascitis plantar (nombre médico para este problema), es uno de los motivos más comunes de consulta por lesión en la musculatura y tendondes del pie, y aunque su tratamiento llega a ser prologado tiene una recuperación óptima sin necesidad de intervención quirúrgica. Acompáñenos a conocer las características de este padecimiento, su tratamiento y prevención.

A cada paso que doy
Si observamos la musculatura de la planta del pie nos damos cuenta de que la fascia plantar posee una forma que asemeja un tronco que parte del talón y que se ramifica a la altura del arco hasta unirse con la base de cada uno de los cinco ortejos o dedos del pie. Es, asimismo, una estructura muy fuerte, ya que ayuda a soportar todo el peso corporal y realiza flexiones necesarias para caminar o estar de pie.

La fascitis plantar tiene su origen en la ruptura e inflamación de músculos o tendones de la planta del pie debido a estiramientos súbitos o continuos; entre los motivos más comunes encontramos:
Deporte. Ante todo, los corredores de fondo pueden sufrir este problema cuando modifican su ritmo o periodicidad de entrenamiento o aumentan la distancia recorrida. También se puede presentar cuando cambian la superficie del terreno por una más dura o en caso de que el calzado esté gastado y no brinde suficiente protección a los talones. En otros deportes puede deberse a movimientos forzados, golpes o mala técnica para correr.

Calzado inapropiado. Las mujeres que usan zapatos de tacón alto o botas tipo vaquero durante mucho tiempo pueden acostumbrar a su fascia plantar a permanecer contraída, incluso su tamaño llega a disminuir, por lo que un estiramiento súbito generado al caminar sin calzado o al levantarse de la cama por la mañana puede ocasionar un desgarre.
Obesidad. El aumento de peso condiciona este padecimiento, sobre todo si se emplea calzado que no suaviza el impacto del pie contra el piso y cuando las actividades cotidianas demandan caminar mucho y estar de pie por largos periodos. Aunque normalmente hay un pequeño colchón de grasa debajo del hueso del talón, el incremento de masa corporal reduce su efectividad, estira la planta y a la larga genera inflamación o ruptura de tejidos.

Problemas ortopédicos. Si el arco es muy pronunciado o escaso (pie plano) la probabilidad de sufrir esta lesión es mucho mayor, ya que la musculatura es sometida a tensiones constantes. También la debilidad del tendón de Aquiles puede favorecer este problema, ya que todo el peso corporal es sostenido por la planta y no recibe ayuda del talón y pantorrillas.
Enfermedades reumáticas. Padecimientos como artritis, gota y espolón del talón pueden modificar la estructura de los huesos a los que se une la fascia plantar, de modo que alteran su funcionamiento, generan fricción y la hacen más propensa a sufrir lesiones por estiramientos.

Vejez. Falta de acondicionamiento físico, pérdida de tono muscular así como artritis o sobrepeso convierten a la planta del pie del anciano en objetivo vulnerable a este padecimiento cuando se intentan movimientos bruscos.
Cabe indicar que la fascitis plantar fue descrita por primera vez en 1812 y se pensaba que era consecuencia exclusiva de una protuberancia en el hueso del talón (espolón calcáneo) que genera presión sobre los tejidos musculares, pero con el paso del tiempo se ha encontrado que al menos en la mitad de los casos no se presentan problemas óseos, sino exclusivamente uso forzado del pie.

Asimismo, los especialistas explican que esta lesión es responsable de síntomas bien definidos:
• Dolor en la base del talón (talalgia) que origina sensación «quemante»; rara vez se presenta en ambos pies.
• Las molestias se manifiestan cuando se camina por las mañanas y después de estar inactivo o en reposo; esto se debe a que los músculos se contraen y relajan al dormir o descansar, por lo que al reiniciar actividades (y con ello los estiramientos de la fascia plantar) se experimenta dolor al dar los primero pasos.
• El malestar en general se alivia a medida que el paciente camina, pero es muy probable que vuelva a aparecer después de descansar un poco o permanecer de pie.
• Llegan a observarse inflamación y enrojecimiento leves.

También hay que señalar que esta lesión es más frecuente en personas de 40 a 70 años y que no es raro que se convierta en causa de incapacidad laboral, sobre todo entre quienes practican deporte a nivel amateur y no cuentan con preparación adecuada.
Lento, pero seguro

El diagnóstico corre a cargo de un podólogo, reumatólogo u ortopedista, quien toma como primera referencia los síntomas que describe el paciente y en los que suele ahondar a través de preguntas específicas sobre el origen de la lesión, cuál es el momento en que se presenta el dolor, su localización exacta y la sensación que se experimenta al estirar y contraer la planta del pie.

A continuación el especialista inicia la exploración directa del músculo a través del tacto, revisando el estado de tendones y ligamentos dañados, además de que contempla la posibilidad de encontrar huesos o articulaciones desplazados. También es probable que observe la forma de caminar de la persona lesionada para analizar si los síntomas obedecen a un movimiento incorrecto de los pies.

Para obtener mayor precisión es posible que se solicite una radiografía a fin de saber si existe algún problema asociado, como espolón calcáneo o bursitis, que es la inflamación de la bursa o bolsa llena de líquido encargada de disminuir la fricción entre ligamentos y huesos en la parte inferior del pie.

Ya establecido el diagnóstico de fascitis plantar, la misión del médico consiste en emprender medidas que reduzcan los síntomas y corrijan la causa del problema. Primeramente, el dolor será controlado a través de analgésicos o antiinflamatorios, además de que se suele recomendar la aplicación de hielo en la zona afectada varias veces al día. En caso de dolor muy intenso se recurre a medicamentos inyectables y se aconseja evitar apoyar el pie.

Otra medida muy útil consiste en reducir el impacto que sufre el pie, lo cual se consigue con plantillas especiales para el talón (recomendables para personas obesas o de la tercera edad) y el arco (ante todo cuando éste es muy pronunciado o hay pie plano) o empleando calzado deportivo incluso en el trabajo.

El ejercicio dirigido por un fisioterapeuta es también una alternativa de gran utilidad, cuyo objetivo consiste en estirar la fascia plantar con moderación y ejercitar los músculos de la pierna que soportan tobillo y talón para distribuir entre ellos el esfuerzo realizado al caminar y sostener todo el cuerpo. Además, se aconseja vendar el pie, ya que esto genera alivio a la planta, así como el uso de un soporte hecho a la medida que evita movimientos bruscos al dormir.

En ocasiones se recomienda termoterapia, que consiste en aplicar calor, húmedo o no, como analgésico, relajante y estimulante del flujo sanguíneo en músculos y ligamentos. Para lograr estos beneficios también puede emplearse electroterapia, en donde el calentamiento de la región se efectúa vía microondas o rayos infrarrojos.

De manera complementaria, la recuperación óptima exige la eliminación de factores que generan sobreesfuerzo de la fascia plantar, por lo que se pide al paciente que tenga mejor control de su peso, evite correr en suelos duros o accidentados y que utilice zapatos o plantillas que den apoyo al arco.

El tratamiento es exitoso en casi todos los casos, pero requiere tiempo: se estima que puede durar varios meses (90% de los pacientes mejora en nueve meses) hasta dos años. Al respecto, se sabe que entre más tiempo se deje pasar entre la detección del padecimiento y el inicio de la terapia, mayor será el lapso requerido para su recuperación.

En aquellos casos en que no haya mejoría se considera la posibilidad de practicar cirugía, la cual posee alto grado de efectividad (80%, aproximadamente) y se realiza con ayuda de diminuta cámara e instrumental especial para no generar grandes incisiones. Sin embargo, los especialistas reconocen que no se descarta la posibilidad de que un tendón resulte lesionado durante la intervención o de que la severidad del desgarre impida una recuperación notable a pesar de los esfuerzos médicos.

En el caso concreto de los deportistas profesionales, hay que señalar que para atender la desesperación generada por la espera puede ser útil la ayuda de un psicológico, quien ayudará a comprender que el ritmo de recuperación es propio de cada caso y que éste no puede alterarse.

Prevención
Como cabe imaginar, la mejor manera de evitar las molestias y prolongada recuperación que se derivan de fascitis plantar consiste en seguir medidas que aseguren la salud del pie:
• Utilice zapatos con tacón de altura mediana, con buen soporte en el arco y absorción de impacto.
• Mantenga su peso correcto; recuerde que el sobrepeso aumenta el riesgo de esta lesión.
• Antes de levantarse de la cama realice algunos movimientos de estiramiento en los pies, arqueándolos hacia delante y atrás.
• Evite caminar sin calzado en superficies muy duras.
• Si practica deporte, utilice zapatos deportivos (tenis) que absorban el impacto y que sean de su medida.
• Compre calzado deportivo nuevo antes de que el viejo deje de soportar y acolchar sus pies adecuadamente.
• Procure realizar movimientos de calentamiento antes de cualquier actividad deportiva.

Ante todo, debe tener en cuenta la importancia de dirigirse oportunamente al ortopedista o podólogo en cuanto se manifiesten molestias en el talón y planta de algún pie que no presenten mejoría, pues entre más tiempo avance el padecimiento más difícil será su recuperación.

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